jueves, 20 de octubre de 2011

Bioconstrucción como moda o más de lo mismo

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tengo una vaca lechera no es una vaca cualquiera
En esta entrada traigo un extracto de un libro "El Enigma de la Docilidad"  especialmente elocuente y revelador.
Para situarlo diremos que el autor sostiene que la mal llamada "globalización", porque realmente es una "occidentalización", está haciendo del ser humano un ser uniforme de fondo, dejando la diferencia sólo en aspectos superficiales y externos.
Esa igualdad en el fondo afecta a todos los ámbitos de la vida y cómo no a la construcción, dejando casi siempre en meras, y porque no decir, miseras, externalidades las diferencias entre lo que llamamos construcción convencional y bioconstrucción.



"La disolución de la Diferencia en Diversidad es un fenómeno que se acusa hoy en todos los ámbitos de la actividad humana. Los indicios que cabría poner sobre la mesa son casi ilimitados, inabarcables. Me contentaré, por ello, con señalar unos pocos ejemplos más, considerando que de esta forma el asunto queda zanjado. La “vivienda rural tradicional” de media o alta montaña, fruto del saber arquitectónico popular, con sus materiales humildes tomados del terreno (madera, piedra, barro, paja,...), su disposición ‘defensiva’ contra los vientos dominantes, sus puertas y sus vanos orientados preferentemente al mediodía, su forma de adosarse como si cada una buscara el apoyo y el sostén de todas las demás, su composición ‘orgánica’, rigurosamente interminable, una estructura interna estudiada para asegurar la subsistencia con medios económicos escasos (que no se pierda calor, que baste con la estufa de leña, que de por sí el habitáculo sea fresco en verano y abrigado en invierno, que alguna estancia haga de ‘nevera’ para conservar los alimentos,...), y, en general, un resultado de los conocimientos informales de sus constructores no especializados –saber ‘del lugar’, conservado por la tradición y ejercitado por las familias- y de la atención inteligente a las condiciones de la naturaleza (proximidad a las fuentes, a los arroyos, a los ríos; ubicación en parajes de acceso relativamente cómodo y particularmente protegidos contra las inclemencias climáticas habituales, etc.); esta “vivienda rural antigua”, portadora indiscutible de la Diferencia, cede en todas partes ante la impostura de las “nuevas viviendas rurales” (consecuencia del poder económico y del capricho de algunos privilegiados, del ahorro de los jubilados o de los planes de promoción del medio rural tendentes a aprovechar la explosión del ‘agroturismo’ y del ‘ecoturismo’), que obedecen siempre a la filosofía del Piso de Ciudad (rechazo de la sabiduría arquitectónica popular; materiales estándar como el ladrillo o los bloques de cemento; arrogancia del habitáculo, que se levanta donde “más le gusta” al propietario, al margen de toda consideración geográfico-climática; preferencia por el aislamiento y la independencia de las casas, que más bien huyen unas de otras; concepción unitaria, regular, finita; estructura interna más interesada en exhibir el poderío material del morador que en economizar los gastos de la existencia -habitaciones enormes, sistemas de calefacción caros, proliferación de electrodomésticos,...;etc.) y, normalmente, devienen como el resultado de los conocimientos “técnico-científicos” de los ingenieros, arquitectos, constructores y albañiles (lamentables ‘expertos’), profesionales y asalariados que trabajan en el olvido de lo autóctono y de lo primario... Estas “nuevas viviendas rurales”, subvencionadas en ocasiones por la Administración, sancionan la extinción de la “vivienda rural tradicional”, disimulando ese aniquilamiento de Lo Diferente mediante la conservación ‘retórica’ de elementos identificativos falseados: verbi gratia, el recubrimiento, con losas de piedra, de los muros de bloques o de ladrillos; un cierta imitación del color de las paredes antiguas -que era el color del barro y de los materiales comunes originarios-, conseguido a través de sofisticadas ‘pinturas de exteriores’ o ‘monocapas’ cementosas; una característica redundancia de maderas, si bien demasiado nobles y exógenas y siempre subordinadas a las estructuras metálicas, o de hormigón, que configuran el espacio habitable... Y poco más. La “antigua vivienda rural” ha sido excluida (hoy subsiste vinculada a propietarios pobres o particularmente ‘descuidados’); y la “nueva” sólo retiene de su antecesora elementos folklóricos, testimoniales, podría decirse ‘museísticos’. La aldea se convierte así, herida de señuelo y de impostura, en algo parecido a un “parque temático”... En relación con la vivienda urbana, con el piso de ciudad o la casa de urbanización, estas “nuevas viviendas rurales” aportan, no cabe duda, un componente de ‘diversidad’ (aunque sólo sea visual: la piedra, el color, las maderas, los tejados,...); pero responden en lo profundo a una cancelación del habitáculo campesino ‘diferente’ y a un trabajo de colonización del medio rural por los conceptos y las expectativas urbanas."

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